Moldavia es un país del este de Europa que tiene forma
de racimo de uvas. Esto no es en vano, de modo que en Moldavia las uvas forman
parte de su cultura. Especialmente, de la cultura vinícola. Aquí, las uvas son
cuidadosamente seleccionadas para obtener un vino de mayor calidad.
Cada moldavo
sabe cuándo y cómo se hace el vino.
Hacia la mitad del otoño, los carros llenos de uvas se dirigen por cada
calle de los pueblos a las casas de sus habitantes. Aquí, en los patios,
empieza la magia. Toda la familia y hasta los vecinos se reúnen para hacer lo
que hacían desde hace siglos sus antepasados: el vino.
En un país
donde el vino es tan popular, es imposible que el sector vitivinícola no esté
desarrollado. De tal modo, en Moldavia hay cinco bodegas subterráneas: Mileştii
mici, Cricova, El Lagar de Purcari, las Bodegas de Brăneşti y Chateau Vartely.
El
periódico español El País, escribió en 2015 un artículo sobre los vinos de
Moldavia: La bodega de Cricova “es una enorme construcción subterránea que
aprovecha unas antiguas canteras, a unos 85 metros bajo tierra (para mantener
una temperatura estable), con avenidas subterráneas tan amplias que se pueden
recorrer en autobús, unos 125 kilómetros en total. Tras pasear por la Cabernet
Street o la Pinot Street, uno se encuentra de repente frente a una interminable
colección de botellas. Hay alrededor de 1,2 millones (la más antigua de 1902),
de las cuales, supuestamente, algunas pertenecen a las colecciones personales
aquí almacenadas por algunos de los grandes de este mundo. Pero el gigantismo
de Cricova no basta para igualar las cifras de otra bodega vecina, la de
Mileştii Mici, que con sus 200 kilómetros de avenidas subterráneas y su
colección de casi dos millones de botellas figura en el libro Guinness de los
récords” en 2005. Los vinos de la “Colección de Oro” de Mileştii Mici son
exportados a docenas de países, como: Japón, China, Taiwan, Holanda, Dinamarca,
Finlanda, Malasia, etc.
El País
añade: “Si las grandes bodegas siguen en manos estatales, las hay también
privadas, de carácter más artesanal. Como la de Purcari, instalada desde 1827 a
unos 130 kilómetros al sur de Chisinau, en un entorno bucólico, con un lago
artificial donde chapotean unos patos. Si su producción anual de un millón de
botellas no pretende rivalizar con los 15 millones de Cricova, su fama no tiene
nada que envidiarle. El lugar se ha transformado en un centro de descanso con
hotel incluido. Sin llegar a ser tan polifacéticas, casi todas las grandes
bodegas moldavas tienen sus salas de conferencia, sus salones, sus guías
políglotas que hacen la visita al lugar en varios idiomas o enseñan los
secretos de la cata.”
Con todo
esto, Moldavia es uno de los territorios del mundo menos visitados. Es una
lástima, de modo que aunque Moldavia es un país pobre, la gente de aquí es
espiritualmente rica. Rica en valores, hospitalidad y bondad que agradecerá a
cualquier visitante.
Daniela Isac (Estudiante de español en la USM)
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